Sánchez no quiere ser investido: endurece el discurso contra Iglesias y ningunea a los socios separatistas

Rey
El rey Felipe VI y el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, en la entrada del Palacio de Marivent (Palma).
Joan Guirado

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, no se cansa de repetir que «no voy a tirar la toalla, tenemos que evitar una repetición electoral». Palabras vacías, discurso impostado y márketing político. La elevación del tono contra su «socio preferente» Pablo Iglesias, líder de Podemos, de quien dice ahora «desconfiar», así como el ninguneo contra ERC y JxCat, negándoles la reunión en la segunda ronda de contactos con los grupos parlamentarios, dejan claro que la intención de Sánchez no pasa a día de hoy por ser investido presidente en el mes de septiembre.

Este miércoles en Mallorca, tras reunirse con el rey Felipe VI, el jefe del Ejecutivo en funciones ya hizo precampaña electoral. Recordemos, además, que como secretario general del PSOE, Sánchez lleva toda la semana reuniéndose con entidades y agentes sociales con look de candidato y con atrezzo de campaña oficial. Sánchez reúne a ecologistas, estudiantes o empresarios con pantallas luminosas que abogan un «por un gobierno progresista».

Realmente, el presidente en funciones ya empezó la campaña el 25 de julio desde la tribuna del Congreso de los Diputados, momento en el que era consciente de las nulas posibilidades que tenía de ser investido, razón por la que empezó a cargar ya contra Iglesias. A éste lo responsabilizó del fracaso de las negociaciones y redujo a la mínima expresión el papel de la formación morada. El secretario general del PSOE quiere recuperar la hegemonía de la izquierda y, a juzgar por los hechos, parece tener la receta para hacerlo.

Estando en funciones, el margen de actuación del Gobierno es más bien escaso, sin embargo, eso no es un problema para Sánchez. El mandatario, hábil en sacar provecho de todo, culpa a la oposición por el bloqueo institucional para no cumplir con sus promesas electorales que, en la ronda de reuniones que está haciendo con entidades y agentes, vuelve a prometer. Francisco Franco todavía está en el Valle de los Caídos, la reforma laboral de Mariano Rajoy continua intacta y el paro que prometía rebajar ha marcado un julio histórico en desempleo. Promesas.

Consciente que revalidar la Presidencia con la situación política actual, en el marco de desconfianza con Podemos y con el apoyo de los separatistas que podría perder tras la sentencia del juicio del procés, ser investido en septiembre es más bien un regalo envenenado que un flotador. Si lo consigue, tendrá que formar un Gobierno y aprobar unos Presupuestos para no tener que prorrogar un año más los de Rajoy, posiblemente con los únicos apoyos de sus 123 diputados, los del PNV, Compromís y el PRC. No le salen las cuentas.

Ante este escenario, Sánchez y su equipo parecen haber activado ya el botón de la repetición electoral, un botón que legalmente se activa de forma automática el 23 de septiembre si no hay un candidato investido. Ese día, el presidente en funciones estará en Nueva York participando en la reunión anual de las Naciones Unidas. Al más puro estilo Rajoy, Sánchez adopta el dicho de «quién día pasa, año empuja» y así hasta el 10 de noviembre.

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